El pasado mes de marzo falleció el premio Nobel de economía de 2002 Daniel Kahneman(1934-2024), psicólogo con cuyos hallazgos se desarrolló la economía del comportamiento. Sus trabajos sobre la psicología del juicio y la toma de decisiones, provocaron un cambio en el supuesto de la racionalidad humana utilizado en la teoría económica actual. Junto a su socio de investigación, el psicólogo Amos Tversky (1937-1996), descubrieron que las personas no toman decisiones de la manera que los economistas tradicionalmente habían asumido.

Su aportación principal es que la razón humana dejada a sus propios medios participa de toda una serie de errores sistemáticos. Por lo que si queremos tomar las mejores decisiones personales y sociales, debemos ser conscientes de estos errores para encontrar soluciones. Su investigación encontró en las empresas, cuatro sesgos de toma de decisiones: pensamiento grupal, aversión a la pérdida, sesgo de confirmación y anclaje.

En el pensamiento grupal, los individuos son reacios a plantear ideas que podrían ser diferentes de lo percibido como el consenso emergente. Los ejecutivos intentan adivinar lo que la persona más importante quiere escuchar en lugar de expresar sus propios puntos de vista y luego girar sus propios puntos de vista en consecuencia.

La aversión a la pérdida es la idea de que los seres humanos pesan más que las ganancias y, por lo tanto, dejan pasar oportunidades de inversión prometedoras. Lo que importaba no era el riesgo de un proyecto individual, sino cómo ese proyecto contribuye al riesgo general de la cartera de proyectos de la empresa.

El sesgo de confirmación es la tendencia a buscar solo datos o evidencia que respalde una hipótesis. Como resultado se perderá información que podría enviarlos en una dirección diferente. Se necesita disciplina, y aplicación por parte de la dirección para insistir en hacer las preguntas correctas.

El anclaje es la tendencia a tomar decisiones basadas en información anticuada o irrelevante. Las organizaciones tienden a repetir sus presupuestos y su reasignación de recursos ajustados en función del año anterior. Como resultado, sus presupuestos no se alinearán con ningún cambio estratégico potencial.

Kahneman nos enseñó la manera de cambiar la forma en que abordamos la asignación de recursos. Y como la toma de decisiones imparcial ayuda a lograr oportunidades de creación de valor que se muestran frente a nosotros todo el tiempo. Su trabajo es muy bien recogido en el libro Thinking, Fast and Slow (2011), traducido al español como Pensar rápido, pensar despacio. Una profunda exposición para entender las sutiles, y en ocasiones, incomprendidas decisiones humanas. Una gran pérdida de un incansable pensador sobre la profundidad incognoscible del ser humano.