Hace poco le comentaba a un amigo mientras paseábamos por la montaña, la profunda oscuridad del túnel donde nos encontramos, y del que no veía el final. Al final ambos coincidimos, conociendo nuestro particular temperamento, sobre la  oportunidad de esta crisis para cambiar definitivamente la manera de hacer las cosas. Oportunidad acelerada por la necesidad y por la urgencia. Asumimos que no se trataba sólo de una crisis, era una mutación. Reducida en una forma de precipitación para la transformación. Obligándonos a tomar decisiones en condiciones de incertidumbre y sin la suficiente certeza, en lo que afecta a nuestros empleos o a nuestra propia subsistencia. Necesidad y urgencia unidas, nos apartan de lo cotidiano, de la inercia, nos orienta hacia caminos desconocidos, espoleando nuestra creatividad. Con lo que obtenemos, en el mejor de los casos, nuevas soluciones y un desarrollo diferente de nuestra mentalidad.

Cuando estas dos emociones, necesidad y urgencia presionan el miedo, cualquier cosa puede ocurrir. Si nuestra capacidad de levantarnos y luchar está intacta, aprendemos a dirigir nuestro ímpetu hacia el futuro. Nos reorganizamos en torno a nuevas formas de trabajar, ya preparadas y en funcionamiento, como los espacios flexibles en coworking.  Adaptar el talento en marcha, que es mucho y muy diverso, entendiendo cómo dirigirlo y cómo valorarlo. Usando las redes sociales, abriendo canales de vídeo streaming, o interactuando con acciones concretas de vídeo para extender nuestra iniciativa. Todo esto de forma deliberada y centrada en los resultados en lugar de en la actividad para aumentar la velocidad. Acabaremos poniendo el impulso en una trayectoria de crecimiento.

 

¿Mis actividades diarias benefician a clientes y negocio?

Si la respuesta no es positiva, la reorientación de la actividad es obligada hacia iniciativas que realmente importan. El cómo es mucho más relevante que el qué para garantizar que la reorientación es un motor de beneficios creciente.

El valor del talento para llevar adelante todo el proceso innovador resulta estratégico. De lo contrario todo es mucho más complicado. Sin personas actuando con mentalidad de iniciadores, y sin otros actuando como transformadores en estrecha colaboración, la iniciativa tiene corto recorrido. Junto a otras habilidades como expertos en clientes, creadores de prototipos, transgresores de mercado,  u optimistas empedernidos. Unidos pueden re-imaginar, tal y como dice Tom Peters, el nuevo proyecto sin necesidad de cargar las tintas en la perfección, centrándose en lo bien hecho.

Toda mutación, cambio o crisis, como quieras llamarlo, crea necesidades de mercado y cambios de comportamiento interesantes. La Experiencia de Cliente es el punto desde donde gira la innovación. Entenderlo centra nuestras prioridades para salir de esta etapa como empresa Post-COVID19 en crecimiento.